porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

27.8.10

Dulce tic-tac

Para anotar una prueba o una tarea, en estos días, ya no empiezo desde el principio de la agenda a buscar el día. Ahora empiezo desde atrás. Y cada vez avanzo menos, cada vez el hoy aparece antes. Cada vez faltan menos páginas para terminar el 2010, para llegar a la gloria que es el verano y todo con lo que viene.

Siempre hago de estos balances en algún momento. Es algo que me surge, que me pongo a pensar siempre y me sorprende una vez cada 365 días. Me siento a darme cuenta del paso del tiempo, de lo rápido que los días pueden llegar a pasar, de las pocas cosas que hice en tanto tiempo, de los proyectos que tenía y de los que cumplí, de que logré pasar las peores épocas en las que mas vacía me siento, de que no crecí mucho, de que en realidad todavía no sé bien lo que es crecer, de que me divertí mucho pero no me di cuenta, de que un día me voy a despertar y voy a tener treinta y dos años, y al siguiente sesenta y nueve, y al otro ochenta y tres, y para el próximo voy a despertarme -o no- en el jonca.

Algo parecido a lo de HM, exacto. A todos nos pasa un poco así. Vivimos, recordamos, sabemos qué hicimos a la mañana, y qué hicimos ayer, y qué arruguita nueva nos salió. Nos damos cuenta de que se nos oscureció el pelo y de que tenemos las uñas más débiles, de que nos agitamos más para correr, de que el placer de dormir cada vez es mayor, de que ya no crecemos de alto pero sí de ancho, y de muchas cosas más. Pero no nos damos cuenta de que nada es porque sí, de que no es casualidad; no nos damos cuenta del lento proceso, solo pequeñas cositas a las que hacemos oídos sordos porque no nos gustan.

Y el tiempo pasa, y, en realidad, toda la vida estuvimos esperando a que pasara, a que sea el fin de semana, a que sea el verano, a tener dieciocho, a recibirnos, a enamorarnos, a casarnos, a tener hijos, a, a, a... Sí, somos muy contradictorios y contra eso, no podemos. Todo el tiempo estamos esperando a lo que va a venir, pero a la vez le tenemos mucho, mucho miedo al tiempo.

Puedo decir, entonces, que el tiempo me enseñó que la razón por la que le tenemos tanto miedo es porque no podemos controlarlo y no vamos a poder. Aunque me tienta la idea de irme para el '80 y mandarle un beso a Roca, a Juárez Celman y al piloto de tormentas, que me entretuvieron varias tardes y todavía me van a entretener un par más.

Sí, tiempo, te tengo mucho miedo, pero también te quiero. Te quiero porque en en vos donde estoy todo el tiempo, donde todo transcurre; con vos suceden las mejores (y las peores) cosas, y gracias a vos es que podemos experimentar situaciones tan diferentes, y vivir un abanico de cosas a lo largo de nuestra vida. Sí, te tengo miedo pero me gustás. Me gustás porque me gusta cambiar y vos me llevás a eso. En realidad, solo dos segundos de vos me llevan a eso.

14.8.10

Camila y el mapa

Violeta viaja, vuela. Rosa recorre, rueda. Azul avanza, arrastra. Colorado, o colorada, conoce, camina, y también vuela como Violeta y recorre como Rosa, y avanza como Azul. La colorada, la niña de pelo rojo (que parece que ya no es tan niña) se sube a un avión solita. Se despide de los otros cuatro con un abrazo y un par de lágrimas que quieren esconderse y tiene que seguir en la casa de los aviones sola. Dar vueltas, presentarse, mostrarse grande, pasear sus ex-rulitos colorados por varios lugares para subirse al pájaro blanco que la va a llevar a donde quiere ir, al pájaro blanco que en realidad no es pájaro y no sé si es blanco. Subirse al avión.

Se sube y los otros cuatro no saben mucho más de ella. Algún mensajito que no se entiende, la telepatía que no funciona, las lágrimas de los otros cuatro que no quieren esconderse, pero la antes-niña de pelo rojo no quiso mostrar. Porque ella no llora, no tiene que llorar. Está haciendo lo que quiere, lo está haciendo. Por fin, después de tantas vueltas, de tantas idas, de tantas angustias, de tanto imaginar, de tanto estresarse y preocuparse, ahí estába, ahí está, realizando aquello que quiere realizar, que sabe que lo quiere. Lo sabe, siempre lo supo, pero sólo tenía que conocerlo.

Los otros cuatro siguen medio volteados... saben que es lo mejor para la ahora adulta de pelo de fuego. Pero ese egoísmo de "la quiero conmigo" les surge del alma. Una habitación está vacía (por más de que), un espacio en la mesa está libre, unos cubiertos sobran, al sur de San Luis se quejan con ladridos. Todo esto porque la del norte de San Luis pero sin I se fue a cumplir lo que quería hacer. A animarse, a jugarse, a concretar lo que muchos quieren pero pocos se animan.

No hablemos más de los otros cuatro. Esta historia trata de la Santa Roja, esta historia trata sobre de quien se fue de los Buenos-Malos Aires para crear sus aires propios, para escribir su propia historia, para demostrarse a ella y a quienes en algún momento no confiaron que no tiene límites, que no tiene topes, que ella puede más de lo que cualquiera podría imaginarse.

Esto recién empieza, mujer cabello de lava. Quiero (te, acá conmigo, que estés allá, jugar la ya-sabés-qué, abrazarte, pegarte, pelearte, salir con vos, que me cuentes, contarte, tener una foto linda juntas, que me expliques mi nuevo trabajo, irte a molestar a tu cuarto, soplarte en la cara, chatear a pesar de estar a metros de distancia, que estés feliz, que logres todo lo que te proponés, que vuelvas pronto, irme a gesell con vos, que a pesar de la distancia estés siempre conmigo, bailar "adolescente, es un bicho diferente" y hacer una cara fea, jugar al monopoly y terminar peleadas, que me critiques porque abandono libros y series, que me digas "te lo digo pero te va a molestar", que te sientes en diagonal mío porque no soportas que te patee y cómo corto el vacío, que te fastidies cada vez que te pido algo, insistirte para salir juntas y que me prestes tu cédula, que me digas que me corte las puntas ya que son un asco, jugar a la cocinita, que nos acostemos en la casa de los nonos y tengamos una charla; aunque finalmente interrumpida, una marcha para que pampa entre! y tantas cosas...
¿se podrá todo eso a través de skype?)

11.8.10

Enrique IV

Bomba. Que sí, que no, que sí (todo eso en una milésima de segundo). Lo entiendo. Toda una mañana muda, neutra, vacía, cual robotito. No entiendo nada todavía. En el colectivo, leo. Leo y me meto en la historia, salgo de la realidad que no me está sentando para nada bien. Juan Carlos, Mabel, Nélida, Pancho y Raba... tampoco la están pasando bien. Me bajo del colectivo, cierro el libro, camino, casa. Duermo, sueño, otra vez tratando de escapar, pero me despierto. Y después me vuelvo a dormir, y a correr lejos de eso que no quiero saber pero que estoy sabiendo.

Me despierto, salgo, me distraigo, pero me salió al revés. Todo me hace acordar a una cosa, a lo que está pasando, a lo que está por pasar... Primero no tengo fe, después sí, después no, después estoy convencidísima de que van a encontrar a M de entre los escombros, bien, a salvo; de que vamos a concretar esa psicodelia de la que hablamos; de que vamos a encerrarnos en esa wall que tanto soñamos a ser nosotros sin importarnos nada ni nadie. Pero la esperanza se va, aunque después vuelve, y se va otra vez, y juega conmigo.

Hablo con Dios, o eso creo. Le digo que por favor aparezca, que actúe, que tome posición, que haga saber a todos que ahí está y que haga una "de las suyas". D se tapa los oídos, o no me escucha, o no está de acuerdo conmigo, o tal vez directamente no está. Pero todo sale de otra forma. Porque hoy a la mañana, abro los ojos, y todo seguía igual. Un rato después (parece que la noticia esperó a que la ciudad se despierte para darse a conocer) se me cae el mundo, se me caen las paredes y los techos de mi gimnasio mental. Figurativamente... claro.

Primero me muestro reacia, "ya lo sabía", pero un rato después, me di cuenta que no puedo con mi fe, mi esperanza, mi mente que cree que las cosas van a solucionarse siempre y no es así. Hoy estuve fuera y dentro de mí, iba y volvía de mi ser, me escapaba mentalmente a las palmeras y a la luna, me remontaba en recuerdos y filosofías; salía de la clase de inglés para meterme en los muros donde las cosas podían ser mejor y donde nadie podía interrumpir.

No nos mientan más, que ya estamos hartos. Ahora me cuestiono todo eso de lo que estaba tan segura, las certezas abandonan ese término para denominarse dudas, y no sé si el tiempo es propio de nuestra conciencia. Hoy la realidad me gritó. Tan fuerte que apenas puedo escuchar otras cosas. Pero entre zumbidos y ruidos que no puedo identificar, percibo por ahí: yo creo en el caminante que lucha con viento en contra y aún así va pa' delante.

8.8.10

Tan fácil como eso

Siempre recuerdo con mucha emoción mi infancia. No voy a hacerme la grande, mi infancia, mi "niñez" (utilizo comillas porque, justamente un día como hoy no sé hasta qué punto alguien se debe considerar niño) supongo que terminó hace unos años, menos de diez y más de tres, sin embargo no sé bien dónde está el límite. Tampoco importa.

Cuando recuerdo desde mi uso de razón hasta mis doce o trece años, no puedo evitar sentir nostalgia. Me resulta imposible no desear nuevamente estar pasando por eso, tener problemas básicos, no preocuparme por la opinión de los otros, creer que mis papás tienen la verdad absoluta y que ni se me cruzara por la cabeza hacerles algún tipo de planteo.

Además, extraño sentirme totalmente pura. A veces siento que es cada vez más evidente que abandoné mi inocencia, mi sencillez, y que de a poco estoy siendo eso que desde siempre me prometí no ser. Que "estoy perdiendo mi chiquitita", como una canción de Chiquititas me pedía a gritos que no hiciera nunca. Sin embargo, no tengo dudas de que no la perdí del todo. De a ratos, tengo picos infantiles. Momentos en los que me mando la pendejada más grande y me siento en mi verdadero yo. En algún lugar de mí, mi chiquitita sigue intacta.

Por eso no me siento desubicada por juntarme a almorzar con una parte de mi familia, y después a cenar, a causa del día del niño. Soy una niña, en alguna parte de mí. Sólo que tengo un poco de miedo, miedo de que las cosas se sigan dando como hasta ahora y perder eso que todavía me queda.

Ese miedo, ese maldito miedo, por ejemplo, es ya de por sí una característica evidente de que no soy lo que era. Un nene tiene miedo al monstruo del armario o de abajo de la cama, a los truenos, al cuco. Natalia adolescente, miedo al futuro y al qué dirán. Estoy dejandome en evidencia.

Por todo ésto, es la nostalgia. Extraño no ser rebuscada, extraño preocuparme sólo por un ahora y un ya, extraño ver la vida de una manera simple. Eso es la niñez. Puedo buscar en mil diccionarios, llenarme de definiciones, hablar con Freud y que me hable de las etapas y del desarrollo psicológico, pero para mí, la definición de niñez es tan fácil como esa: el valioso, único, pasajero y bendito momento en el que la vida es simple, y la felicidad, totalmente accesible.

Si encontrás tu chiquitita no la dejes ir, es tu mejor partecita para comprender cómo hay que vivir. Entonces, a vivir como si solo hubiera un hoy. Feliz día a los que como yo, todavía guardan algo.

3.8.10

CondeNADA

Perdón, es que no tengo nada para contar. Escribo y borro, guardo entradas en borradores, lleno archivos de word y también en mi cabeza hay miles de ideas dando vueltas. Las letras y palabras se mueren por salir, las ganas de redactar están tan activas como siempre, pero no. No puedo.

Ya lo dije, lo pensé, lo escribí, lo charlé, lo chateé, lo lloré. Muchas veces. Monopolicé conversaciones virtuales y reales, charlas con Jony y también conmigo misma.

No pisé el mundo para tener historias para contar. No llegué para ser esa en las reuniones que tiene anécdotas apasionantes que todos se mueren por escuchar, no soy de las que acumula vivencias que las escupe en una juntada, y todos se quedan emocionados y con ganas de saber más. No podría jamás escribir un libro autobiográfico ni que tenga algo de mi vida. Sería monotemático y aburrido. Las grandes cosas no me suceden a mí. Le suceden a mi prima, a mi tía, a mi amiga, a esa desconocida borracha que me agarró en el baño del boliche cuando estaban pasando el mejor tema y me contó todo lo que le pasó con su novio, su ex, el que le gusta, el que ama y el que la persigue.

Como dijo Todorov y el pandeterminismo, todo se corresponde. No sé si quiero seguir llenándolos de entradas que no dicen nada, que dan vueltas a los mismos asuntos, que están llenas de palabras pero hasta un renglón les quedaría grande para lo que realmente están diciendo. Roza lo cómico, o lo tragicómico, porque da un poco de pena también. Escribo, me miento, tengo mil millones de entradas, todas muy largas (monótonas y aburridas), y como bonus track: me lo creo. Hasta que, plop! Se rompe la burbuja y me caigo, y me raspo las rodillas, y me sale sangre... Sí, estoy dispuesta a seguir. Tengo muchas lastimaduras y cicatrices por haberme caído en el campito cuando estaba en la primaria. Un par más no van a hacer diferencia.

Es que es así. Soy lectora de historias, televidente de noveluchas, oyente de relatos inquietantes. Estoy condenada a ser una eterna observadora, y con suerte, una narradora testigo. Siempre que mi profesor en la primaria me explicaba éste concepto, me imaginaba a una persona que relataba lo que veía de atrás de un árbol. Un árbol chiquito con plantas y hojas enruladas, y la persona se asomaba y espiaba. No quiero espiar más, quiero espiarme, quiero tener qué espiar en mí misma.

Esa, supongo, que es la cuestión: ser narradora protagonista y dejarme de joder con que "me aburro".