porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

28.8.17

Bien-entendido

Te pedí que me esperaras; nunca sé bien por dónde agarrar para allá. Tardé un rato, pensé que te ibas a ir (como siempre), y cuando salí, ahí estabas. Te vi y me sorprendió tanto que lo entendí al instante. "Che, mirá que yo voy con mi auto", te dije. "¿Me estás jodiendo? Me dijiste que te espere". "Sí, para seguirte", te respondí, y ahí recalculé; me mató de amor que me estuvieras esperando a mí para llevarme. No me importó nada y mientras arrancabas para irte, te grité "esperame que dejo las cosas y voy con vos". Hice malabares en mi auto pensando bien rápido lo que necesitaba llevar, lo que podía dejar; se me cayeron las cosas, las levanté; mientras tanto reflexioné sobre cómo carajo iba a volver después ahí para manejar más tarde hasta mi casa. Un quilombo todo, pero valía la pena por el gesto tuyo y por ese rato más con vos. 

Arrastrando mis cosas, a punto de perder la mitad, me acerqué hasta la puerta y no te vi. "Me estás jodiendo", dije a la nada, ahora yo. Se me cruzó la idea de que no me habías escuchado que finalmente iría con vos y me quise morir. Porque tendría que volver al auto a guardar todo de vuelta, pero también cabizbaja y con la seguridad de que jamás nos íbamos a encontrar. En ningún sentido. Encima ya me había puesto los zapatos altos, esos con los que no puedo manejar. Lloré con la garganta pero sin lágrimas, porque con vos ya me las había gastado todas. Subí a mi auto después de cargar todo lo que había bajado al pedo y arranqué. Cuando salí, un poquito más allá de la esquina vi tu auto con balizas. "Me estás jodiendo", dije nuevamente. Ahí ya no lloré sino que me reí y puteé. Arrancaste y te seguí. Como siempre, te seguí. 

"Nunca nos vamos a entender, ¿no?", pensaba, mientras te mandaba un audio explicándote el malentendido número 1000. "Pensé que no me habías escuchado y te habías ido. Ya fue, vamos con los dos autos, te sigo", te dije. En realidad pensaba todo eso metafóricamente, pero no quería avasallarte una vez más con mis comparaciones pelotudas. Por eso las apalabro acá. Para no romperte las pelotas.

Me parecía ya demasiado una expresión literal de nuestro vínculo, hasta que la realidad me dio todavía más herramientas. Por momentos, mientras iba detrás de tu andar (en realidad, al pedo, porque podía poner Google Maps, pero cualquier cosa que me acercara un poco más a vos me parecía más tentadora que todas esas otras opciones que no te incluían) dejaba de verte, pero al rato te encontraba. Después creíste que me había perdido entonces fuiste más rápido pero ahí iba yo, atrás tuyo, sin que lo supieras; pero te mandé un audio avisándote que no te preocuparas, que te seguía. Claro, como aquella instancia en la que en vez de disfrutar el hecho de tu incertidumbre acerca de qué carajo me pasaba a mí, me encargué de gritarte en mil idiomas que te quería. En mil idiomas o mil whatsapps. Porque enamoradiza y transparente, pero más que todo: cagona. Obvio.

No sé si yo sola veo los paralelismos pero para mí era demasiado. Aunque hubo todavía un momento mejor y cúlmine, con el que voy a terminar este relato. Estaba con mi auto exactamente atrás tuyo en un semáforo. Arrancaste, arranqué; pero un auto se metió en el medio de nosotros. Me encantó que pudiera ser otra metáfora hermosa de un obstáculo entre vos y yo, hasta que vi la patente de ese intruso: EGO 653. Ego. El tuyo, claro. Si a tu lado, yo no tengo. 

Después no pasó nada, obvio, porque soy la reina de las historias llenas de palabras, plagadas de sentimientos, inundadas de mambos; pero sin un puto hecho. Un malentendido y nada más. Igual, ojalá no nos entendamos nunca porque me voy a quedar sin nada para escribir.