porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

30.3.14

Moneda

Son las siete y media de la mañana y voy por las mismas calles que caminaba hace aproximadamente ocho horas, pero en el sentido contrario. No sólo ahora hay luz, también tengo el maquillaje corrido, me duelen los pies y mi paso es algo zigzagueante. Saludo al de la estación de servicio, ya me conocen, siempre tan siete y media de la mañana, sola, cantando y zigzagueante. 

Es la misma vereda, el mismo asfalto, los mismos árboles, y sólo pasaron algunas horas, ¿por qué me siento tan diferente? ¿Por qué antes estaba tan "hoy me como el mundo" y ahora vuelvo con más hambre que cuando me fui? ¿Qué buscaba que no encontré? Sale mis yo más despampanante y vuelve una versión mía modesta, insignificante, cabizbaja. No me daría cuenta si no estuviera caminando los mismos pasos que hace un rato, pero acá estoy, solo que al revés, ahora hacia casa, al caparazón; para dormirme, despertar, y ya ni tan cabizbaja ni tan despampanante sentarme frente a la computadora y plasmar esta sarta de estupideces que los dedos escriben sin preguntar. 

13.3.14

A veces me imagino tu cara en la multitud

Flasheo que te cruzo en calles que jamás estarías. La escena está buena, apenas nos miramos, ninguno dice nada, vos vas en auto y yo caminando. Nos quedamos con la sensación de que no tiene nada que ver que nos hayamos visto, que vos no tenías que estar ahí pero justo pasaste, justo también yo, en ese momento; y a vos se te ocurrió mirar para el lado que a mí también. La mejor parte, en realidad, es la escena siguiente: cada uno maquinando con lo que le generó, preguntándose por el destino, por las energías, por la casualidad, habiendo visto al otro más lindo o más feo, más gordo o más flaco, más feliz o más infeliz; sin saber qué nos alegra más de todas esas opciones.

Flasheo, también, que te cruzo cerca de tu casa. Es raro: camino por ahí con esa sensación de "tranquilamente podríamos encontrarnos ahora mismo". Pero nunca pasa. Es tan factible, que no sucede. A veces termino pensando que hay más probabilidades de que te vea en La Quiaca aunque ninguno de los dos vaya a ir nunca. Más de una vez forzamos encuentros "casuales" y terminaron sin darse. Supongo que nada de todas las cosas que pueden unirnos son suficientemente fuertes como para lograrlo.
No tenemos ganas, ya. 
El destino parece decirnos a gritos que no tenemos nada que ver.
A la casualidad no le pinta, tampoco, ni siquiera como para marearnos un poco.
Ni siquiera nuestro instinto, lo más animal (que fue lo último que compartimos y lo primero que nos traicionó desde nuestro "chau para siempre"). 

Flasheo que te cruzo, supongo, porque me olvidé de vos no en el sentido típico "ya no te amo" sino que no me acuerdo tu manera de hablar, de moverte, de reirte, de enojarte. Y menos que menos tu modo de hablarme, moverme, hacerme reir y enojarte conmigo. No me preocupa, sólo me inquieta. Por eso flasheo que te cruzo. Y porque me gustan las escenas de novela, aunque sean sólo en mi cabeza, en el Barrio de Flores, y esté de segura de que si se dan en la realidad serían más lejanas a una telenovela que Garfield cortando una porción chiquita y comiendo todo el resto de la lasaña.

-y digo que ya no te necesito-

4.3.14

Domingo

Me duele el domingo pero es martes. Siempre odié ese lugar común de adjudicarle a un día de la semana un estado de ánimo, un nivel de ganas, un grado de (in)felicidad. Y mirá cómo caí ahí, en ese exacto lugar, pero a mí manera, porque hoy no es domingo, hoy es martes.

Me duele mucho el domingo, no solo un poquito. Una vez dije que lo malo del único día de la semana que tiene nombre de persona es que uno se replantea la vida. Si estás bien con vos, el domingo no te duele nada. Al contrario. Algunas veces me pasó y fue porque estaba distraída, riendo, pateando una pelota, charlando con mi abuelo, dejandome chupar la cara por mi perra.

Me duele demasiado el domingo porque no me duele lo suficiente como para poder llorarlo. Lo tengo atorado en la garganta, sacandome la voz y las ganas. Es que lo que más me lastima es que no hay nada concreto que me esté lastimando, es no poder ponerle un nombre, o quizás no asumir el que tiene por definición: domingo.

Adjudicarle la pena a un día es de cobarde, de cagón, de flojito. No es el domingo, sos vos.

Soy yo.