porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

19.8.14

De historias sin final

El peor nudo en la garganta que sentí me lo desataron con un beso. Jamás había sentido tan física una angustia. Era un algo espantoso en el pecho que no se iba con nada. Con los ojos le pedí a unos labios que se acercaran a los míos y aunque hasta entonces eso no había pasado nunca, lo entendieron a la perfección. Jamás me lo hubiera imaginado, pero fue instantáneo. La sensación desapareció al instante, pero surgió otra: un quilombo indescriptible en la cabeza. "¿Qué carajo hicimos?". Llanto. Juan leyó en mí un arrepentimiento y se fue, sin decirme nada.

Desde entonces los nudos fueron cosa de casi todas las semanas. Él ya no me los curaba, sino que me los generaba. No puedo desligar "amor" de conceptos como "quilombo", "peleas", "angustia". Para mí van de la mano. Lo experimenté de esa forma y ahora pienso que una relación con todo correcto sería muy aburrida.
- Nunca tendríamos que haber estado juntos.
- Bueno, Lu, pero ya estuvimos. Ya está. - me respondía, y me besaba, como recordándome lo que me pasaba con él y por qué estaba bien que fueramos "algo".

"Algo". Siempre me molestó no poder ponerle un título. Las cosas sin nombre nunca empiezan y, por ende, jamás terminan. Al día de hoy sigue esa nebulosa, esos encuentros esporádicos que evidencian lo mierda que es todo lo otro que no lo incluye. Porque estoy bien sin él. Pero con él estoy mejor. Porque me gusta la manera en la que me mira... y no lo digo solo por sus ojos, sino por quién ve él en mí.

"No te enamoraste de mí sino de ti cuando estás conmigo", dice el gil de Arjona. Y tal vez sí, pero ¿quién dice que el amor no es eso? Me gusta quien soy al lado suyo. No hay cosa más hermosa que alguien te pueda hacer sentir así.

11.8.14

Especial X

No sos responsable de ninguno de mis desvelos, ni de mis lágrimas cuando suena un tema en particular en el iPod, ni de mis escritos, ni de mis malhumores. Es más, casi nunca te pienso. Pasaste en mi vida totalmente inadvertido y el día de mañana no vas a ser una historia que le cuente a mis hijos; pero acá estoy, dedicandote unos renglones, quizás de lo único de lo que seas responsable sobre mi persona.

Es que no tenés nada que ver con un extremo, y uno se desvela, llora, escribe y se malhumorea por extremos. Es eso, lo "nuestro" (las comillas son necesarias pero de todas formas me parece grotesco decir "nuestro") fue tan mediocre que a veces me pregunto si existió tal cosa o nomás fue ausencia-de. Dudo acerca de si fue algo que nunca empezó, o le falta un cierre. O quizás es simplemente así, ¿por qué esperamos que todas las historias y romances y amoríos sean redondos? Aún en las imperfecciones que les permitimos, pretendemos que sean perfectos, con principio y fin; claros, precisos. Y no.

Pero ahí estás, siempre volvés de alguna manera. Sos esa cosa que tengo pendiente; eso que me falta conocer. Esa duda, esas ganas de enojarme con motivo. De poder pensarte sin sentir que estoy flasheando. De concretar; y no lo digo por las ganas de palpar tus promesas, sino por poder escuchar tus melodías y pensarlas para mí.

Es que para mí fui distinta. A las mujeres nos encanta pensar eso, que fuimos especiales para el otro, no necesariamente amadas, sino diferentes: que los dejamos pensando, que los atontamos, que no nos pudieron entender, que fuimos locas, que nos atrevimos, que no nos cabió una. Me quedo con esa idea, lo que tal vez hace más triste que para vos haya sido absolutamente nada.

Ser una loquita suelta se siente mejor que ser una normal suelta. Y, por suerte, no necesito confirmar nada. O sí, me encantaría, pero sabiendo de tus mañas, jamás me harías saber si te moví más de un cuarto de pelo. 

Vos sí que sos especial... eso seguro. El problema es que lo sabés.