Como tantas otras veces encontró una excusa para no estudiar. Sacó esmaltes de un estuche y los apoyó arriba de las fotocopias sin cerrarlas. Mientras se pintaba las uñas pensaba si la mayoría de las mujeres compartiría su lógica: pintarse primero la mano hábil (es decir, usar la no hábil) para sacarse de encima la peor parte. En su caso era comenzar coloreando la derecha. Además le parecía mejor que la incomodidad posterior de pasar el pincel con las uñas recién pintadas fuera con la mano buena, para que no se haga demasiado desastre. Lo pensaba siempre desde que lo había pensado por primera vez (antes lo hacía sin cuestionarse, probablemente empezando con lo más fácil, con algo de esa actitud infantil de considerar sólo el ahora).
Recordó que una vez, a los 4 o 5 años, o quizás 3, estaba en una quinta con su familia y le compraron un helado. Era palito, mitad frutilla y mitad chocolate, dividido verticalmente. El sabor rosado no le gustaba, pero sí el oscuro (y muchísimo). Entonces con algún análisis extraño para una niña eligió tomar el de frutilla para luego disfrutar de su preferido. Así fue como chupó sólo un costado del helado y por lógica, gravedad, física o química; justo cuando absorbió lo último frutal que quedaba y todo el resto era puro chocolate tentador, éste pedazo se desprendió y cayó al piso, dejándola sosteniendo un seco y desolado palito.
Recordó que una vez, a los 4 o 5 años, o quizás 3, estaba en una quinta con su familia y le compraron un helado. Era palito, mitad frutilla y mitad chocolate, dividido verticalmente. El sabor rosado no le gustaba, pero sí el oscuro (y muchísimo). Entonces con algún análisis extraño para una niña eligió tomar el de frutilla para luego disfrutar de su preferido. Así fue como chupó sólo un costado del helado y por lógica, gravedad, física o química; justo cuando absorbió lo último frutal que quedaba y todo el resto era puro chocolate tentador, éste pedazo se desprendió y cayó al piso, dejándola sosteniendo un seco y desolado palito.
En ese instante se pintó toda una cutícula y un poco más, a pesar de que ya estaba usando la derecha. Fue entonces que con la mitad del dedo índice con esmalte y dos uñas sin pintar agarró el celular y llamó a su papá.
- Quiero dejar la facultad. No, pará. Dejo la facultad. No, no, pará. Dejé la facultad - le dijo, sin permitirle responder, ni suspirar, ni respirar. Y cortó, con violencia, despintándose un par de uñas en la vorágine. Pero no le preocupó. No ese día, y desde entonces nunca más.
Primero lo primero.
Primero lo primero.