Respiré por primera vez el 26 de Mayo de 1994. Mi mamá dice
que fue un parto normal, a diferencia del de Camila, tres años atrás, que fue
un poco largo y complicado. Luciana, que llegaría casi dos años después, implicó
todo lo contrario: junto con mi papá tendrían que irse a la clínica a las 6 de
la mañana a las apuradas, dejándonos a mi hermana más grande y a mí en mi casa
a cuidado de Doña Carmen, la vecina.
Mis viejos se casaron con la presencia de un cura y un
rabino. Cuando tomé conciencia de las barreras que a veces implica la religión,
comencé a enorgullecerme de la relación de mis papás, de su casamiento, y de
esa foto que apenas vi una vez de los dos referentes espirituales fundidos en
un abrazo. No creo en ninguna de las dos religiones, pero me siento un poquito de
ambas; me gusta la mística, la historia y la tradición del judaísmo, y me
sensibiliza la unión familiar que implican fechas como Navidad o Pascuas. Suelo
decir que soy mitad judía y mitad católica, más que nada para inquietar a las
mentes cerradas que no pueden tolerar cosas así.
Así como mi nacimiento fue el más fácil de los tres, en vida
resulté la más complicada. No lo digo yo, o sí; pero también lo sabe cualquiera
que conozca mi familia. En chiste, pero sé que es de verdad, suelo decir que
soy la oveja negra: mis papás se conocieron jugando al voley, Camila estuvo en
la Selección Argentina y se fue a estudiar, por eso, a Estados Unidos; Luciana
también juega. A mí me gusta el fútbol. Además mis hermanas son más de los
números, de los silencios, del perfil bajo, de la templanza. Yo soy de las
letras, la verborragia, la extroversión y el desenfreno. Soy la que, lejos, más
fastidios les trajo a mis viejos, más peleas, y también más discusiones: pienso
bastante distinto a ellos, además de que siempre trato de discutir
absolutamente todo (al punto de que a veces no sé bien qué es lo que pienso yo,
además de “lo contrario a lo que piense el otro”).
Igual, tengo entendido que desde chiquita soy inquieta y
relativamente molesta. Me llevaron al jardín de infantes con dos años recién
cumplidos porque mi mamá estaba en mi casa con Luciana recién nacida y yo me
aburría y pedía con locura ir. Ahí entré a Hombre Nuevo, la escuela de mis
amores, donde estuve hasta los doce años y, además de ser parte de mi familia,
me dio a mis amigos de la vida. Después fui a Ecos, mejor conocido como “el de
la tragedia”, por el accidente ocurrido el 8 de Octubre del 2006 donde murieron
9 chicos y una profesora por un choque en Santa Fe. Terminé la secundaria y
también me llevé grandes amigos de ahí, y después decidí empezar a estudiar Ciencias
de la Comunicación en la UBA y Periodismo en TEA. La privada la termino este
año, la otra espero terminarla antes de jubilarme.
De amor no hablo porque estoy más lejos que de recibirme.