porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

25.10.10

Y tu ciudad se llenará de humo

El 24 de enero etiqueté "deslices revolucionarios", y fue la última vez. Tuve un año poco revolucionado. Sometida al sistema. No me queda otra, siento. Sentía. Niña escolar, que estudia, que quiere que le vaya bien, que se exige, que está bastante sometida a su superyó. Tal vez demasiado, se dice, me digo. Por eso es que mis deslices revolucionarios y mis pequeñas revoluciones no son con el sistema, no son como está de moda que sea. Son de otro tipo. Son, capaz, revoluciones de mí misma y de lo que se supone que tengo que ser. De lo que tal vez otros esperan de mí. Pares, quizás, algún que otro mayor. Pero mis rebeliones no son de las típicas. Quizás eso también haga coherente a ésta etiqueta.

Sin embargo tuve unos diez meses -me asusta el número- sin ellos. Tenía ganas de escribirlos, pero no aparecían. Tengo alguno que otro, un poco berreta, guardado en borradores, pero que me daba verguenza conmigo misma escribirlo acá. Era como forzar una existencia. Mentirles, mentirme.

Y ahora acá estoy. En un período en el que me siento muy así. En el que lo que a otros aflige, a mí me da risa. No, no es que soy cruel y me río de desgracias ajenas. Me río de mambos pelotudos. Me río de las peleas idiotas, de la mala voluntad de las personas, de la necesidad de sobresalir, de las ganas de mostrarse de una forma totalmente diferente a la que uno se supone que es. Carcajeo de las caras de orto permanentes, de los revolucionarios que se muestran en contra el sistema y en realidad son diez mil veces peores que yo, de los que fingen saber y en realidad no saben nada, de los que se quieren mostrar buenos con todo el mundo pero se les nota la serpiente. Disfruto situaciones que un tiempo atrás me habrían angustiado. Ya no voy a llorar por eso, por él, por ellos. Ahora voy a reírme. No voy a esquivarlo, esquivarlos. Voy a ir a buscarlos yo para tener otro buen momento. Porque sí, porque aprendí a tranformar lo malo en bueno, la mierda en arcoiris.

Me río, por ahí, para no llorar. Pero me río. Elijo reirme. Me río de lo que sería para llorar. Me río y me nutro de eso. Lo miro desde afuera. Ahora y para ésto, me gusta ser espectadora.

13.10.10

Mamá y su numero primo

3 de Septiembre

"Miles fueron las veces que traté de sentarme a escribirte, Ma. Siempre me quedé en unas pocas palabras, que a veces lograron tener coherencia y llegar a ser un párrafo, pero al siguiente se perdieron, se desordenaron, se desencontraron y se desentendieron. Y quedó como un párrafo más de esos inconclusos en la historia de mis escritos, que empieza si viajamos tres años en el tiempo, más o menos, o podemos pensar, tal vez, que empieza en mi media década cuando escribí mi primer cuento, el cual todavía recuerdo con lucidez. Quiero decir con esto, que tengo fe de que esta vez sea le excepción, de poder, de una vez por todas, escribirte algo relativamente coherente, que exprese algo más o menos parecido a esto que siento acá adentro que se destaca por lo variable y a la vez permanente que se muestra.

Te odio, te quiero, te quiero matar, te odio porque te admiro, te admiro porque te odio y vos te mostrás intacta, te quiero porque te odio y aún así me seguís queriendo tanto como antes, te admiro porque te quiero aún mostrándote lo opuesto y vos continuás haciendo todo por darme lo mejor y verme totalmente bien. Esa es de las cosas que digo que, en nuestro vínculo, no varían. Tengo la certeza de que puedo convertirme en el peor ser de la tierra, y aún así vos vas a estar al lado mío, tratando de enderezarme, seguramente; queriendome devolverme mi esencia, esa que te (les) debo en un cien porciento. Es que eso me pasa con vos, Ma. Siento que soy vos en yo, que soy exactamente lo que vos hiciste de mí, que soy quien soy por vos. Y va más allá de nuestro parecido físico, y de la diferencia extrema de nuestra forma de ser.

Sí, es cierto, yo también me formé por mi lado, caminé al revés de lo que muchas veces pretendiste, o caminé de costado. Dije blanco cuando vos dijiste negro, hice todo cuando vos no quisiste que haga nada y me quedé mirando el techo cuando pretendías que remueva el mundo. Grité cuando esperabas silencio y me callé cuando pretendías explicaciones. Hice todo menos ordenar mi cuarto cuando me dijiste que ya no daba para más una y mil veces, y me quedé hasta las cinco de la mañana poniendo un poco de órden cuando me dijiste que por favor me vaya a dormir temprano. ¿Y aún así digo que soy quien soy por vos?

Y, en eso consiste la cosa, también, ¿no? En que vos digas A y yo diga B, y todo lo anterior ya explicado que no tengo gana alguna de repetir. Hoy es tu cumpleaños y te pinta el bajón, y te ponés triste porque estás cerca de los cincuenta y a mí, hoy, me toca decirte cosas lindas y no criticarte como decís que hago todo el tiempo. Quiero que sepas que sos preciosa, la más linda para mí, que sos la mujer la cual aspiro a ser (aunque naturalmente no lo creas), que a veces me sorprende tu bondad extrema y que tus defectos, los que tenés porque todos los tenemos y que son insoportables, no hacen más que seguir dejando en evidencia tu bondad y tus ganas del bienestar general. Porque, aunque muchas veces me rompa las pelotas escucharte decir "tolerancia", "paciencia", y esas cosas, tomo esas palabras como leyes para mis relaciones con otras personas y más de una vez me encontré repitiendo tus mismas oraciones en conflictos ajenos.

Gracias por todo, Ma. Esto no me salió como quería, pero esta vez voy a tener que bancarmela porque no quiero que pase este tres de septiembre sin que sepas cuánto te quiero, cuán importante sos, y cuánto influye tu felicidad en la mía. Mucho, mucho y mucho, respectivamente. Aunque me parece una idiotez aclararlo. Feliz cumple, Tere. Gracias por, más que nada, bancarme en todas mis locuras, y aunque te cueste, hacer el esfuerzo por seguir y entender mis cinco mil palabras por milésima de segundo, mis "es el peor/mejor día de mi vida", las peleas con Anita, los llantos sin explicación, los tan odiados y escuchados "voy a repetir", y todas esas cosas que los que vivimos en esta casita con pared de ladrillos y una perra que se llama Pampa conocemos."

Un feliz cumple atrasado y un feliz día adelantado.

5.10.10

Mitolosofía

No siempre lo bueno está más allá, no siempre "está por venir". Y lo más lindo que hay, es poder darse cuenta de que está pasando precisamente en el instante exacto. De que la percepción, por una vez, se ajusta a la realidad. De que el presente deja de ser algo tan efímero y se convierte en algo real. Porque ya estamos hartos de que todo ya haya pasado o esté por venir, y más aún entendiendo que lo único que hay es el presente; un presente permanente, constante, inacabable, indestructible: bendita y malditamente eterno.

Los dragones nos explicaron muchas cosas. Que el ayer ya pasó y que el mañana no existe, que somos muy aburridos por sólo creer en eso que conocemos, que podemos vivir sin fuego, sin agua, y sin aire, pero jamás vamos a poder vivir sin la palabra de cuatro letras que al revés es Roma. Yo aprendí mucho de los dragones. Tuve ganas de tener alas, de ser muy fuerte y gigante. Admiré su filosofía, sus pensamientos, sus sentimientos, su manera de vivir el día a día. Pero por ir por todo, me quedé sin nada.

Podría ahora estar siguiendo sus pasos, pero sin largar fuego por la boca. Sin embargo otra vez estoy con las manos vacías. Estoy muy lejos de cómo me gustaría ser, nuevamente estoy más humana que nunca. A los dragones les llueve como a nosotros, sólo que reciben la lluvia de otra forma. Se nutren. Bailan con ella. Persiguen a sus sombras. Aplauden a la muerte: "¡qué bueno va a ser el abrazo de volver a vernos!". Cometen errores, sí. Pero se acuerdan de dónde estaba la piedra y nunca más vuelven a pisarla. Encuentran en lo malo, algo bueno.

Nosotros nos mimetizamos con un cielo gris y lloramos. Huímos de las sombras, nos dan miedo, representan lo oscuro y nos terminan opacando. Sufrimos la muerte hasta quedarnos sin ganas de vivir, ni de morir, ni siquiera de respirar. Tropezamos y caemos. El dicho popular suele ser mentira. Y pasa el tiempo, y volvemos a trastabillar con el mismo obstáculo. Y de vuelta, y otra vez. Y nos aburrimos de caernos, pero seguimos cayendo. Pero: si tropiezo ya no es fatal, porque yo sé que queda otra vuelta de tuerca más, puede que un tanto no efímero.

De todas formas: continuará (siempre que sigamos tan así, y ellos tan asá)