porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

31.8.09

El efímero mundo de la utopía de soñar

En el campo de lo que a mí me gusta llamar vida real, no todo es posible. Si bien de chica la idea siempre me simpatizó y hasta llegué a creerla, un buen día (que aunque no recuerde, supongo que debe haber sido difícil y doloroso) entendí que hay proyectos que nunca vamos a poder concretar, cosas que no vamos a poder hacer, ideas que van a morir en el mismo lugar donde nacieron: nuestra cabeza.

Sin embargo, hace un tiempo descubrí un lugar en donde se consigue todo lo que se quiere. Cualquier idea loca que se haya producido en nuestra mente puede llegar a concretarse de un momento a otro. Puedo volar sin estar encima de un avión, aparecer en el país de las hadas sin haber consumido ninguna sustancia rara, volver a ver a mi abuela sin necesidad de tomarme un bondi hasta el cielo.

El utópico mundo de los sueños es mi medio de transporte a todo lo que en vida real no puedo concretar. Muchos pueden considerar el hecho de soñar una actitud mediocre. Una herramienta que utilizan quienes no pueden lograr cosas en su vida. Sin embargo, yo creo que es mediocre no animarse a soñar. Privarse de semejante lujo por temor a imaginar cosas que luego se convertirán en una desilusión al no ser concretadas.

Hoy opto por soñar. Ser feliz en esos ratos de vuelo efímero, ya sea en el bondi o en plena clase de geografía. Los sueños son mi motor para después implementarlos en la vida real, exacto.

4.8.09

El sol es ciego

A veces llueve. Llueve y parece que no va a parar nunca. Que por la ventana no vamos a ver más que agua caer, rayos llenar el cielo con sus colores poco claros. Pero para. Primero deja de llover, después empiezan a moverse las nubes. Se corren para los costados, teóricamente. Pero podríamos jurar que desaparecen. Mágicamente, el cielo se torna celeste. Y, ahí está él. Reluciente como siempre, como si hace unos minutos no hubiera estado el cielo oscuro y desesperanzado. Nos llena con sus rayos, nos revive. Es que sí, él nunca se fue. Estuvo siempre ahí. En cambio la lluvia es temporal. "Siempre que llovió, paró". Pero incluso cuando llovió, él siempre estuvo. Siempre ahí, dando la cara o escondido, pero el sol siempre está.