porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

17.11.10

Hoy estás del otro lado

Parece que está de moda vestirse de mentiras. Es perceptible con un caminar pausado y tranquilo, al igual que con uno rítmico y acelerado. La gente luce las mejores falsedades, y se avalan entre sí. Te queda pintado, se dicen. Ya no es cuestión de esconderlas. Llenarse de patrañas se convirtió en un saber común. Se dicen: vos mentís, yo miento, todos lo sabemos, nadie dice nada.

Ya no los culpo tanto. ¡Si hasta el modelo supuestamente supremo calza los cuentos más cuentos de todos! ¡Si hasta en las vidrieras los maniquís visten a mucha honra engaños! Y estas prendas nada tienen de importado. Totalmente nacionales, elaboradas enteramente en casita. Aunque con muy poca atención y para nada perfectas: de lejos pueden ser convicentes y bonitas, pero sólo basta mirarlas un poquito más de cerca para ver las fallas, es decir, lo infundamentadas que las prendas son.

Todo esto es un enredo, entre ropas y mentiras, entre habladurías y moda, entre hipocresía y prenditas de segunda mano. Sólo quería ser un poco sutil. Y para dejar todo un poco más en claro: no miento pero tampoco digo nada. Voy desnuda. Pero ya me voy a vestir, ya voy a hablar. Muy distinta a todos, sí. Sólo estoy esperando a encontrar ese modelito que me quede pintado.

5.11.10

Azucar, flores y muchos colores

Escribí, escribí, escribí, hablé, pensé, charlé, grité, lloré, me quejé. Los critiqué, los sufrí año a año, de a épocas, de a meses. Les regalé lágrimas. Los hice dar vueltas por mi cabeza, buscando soluciones, maquinando posibles respuestas, tratando de entenderlos. Los intenté llenar de todas las formas. Me esforcé por buscarlos de manera física, por encontrar el lugar en donde yacían y se encargaban de absorberme. Los odié por sobretodas las cosas. A los vacíos. Al invierno interno, a lo hueco del alma. A esa nada que me desgastaba. A ese agujero negro que se encargó de desvelarme buscando una salida.

Y como siempre, la respuesta llegó sola.

No era cuestión de llenar un hueco, si no de endulzar lo que estaba. Seguramente cueste entenderlo, pero yo lo entendí muy bien. No van a aparecer conceptos y cosas nuevas que llenen ese vacío. Es cuestión de positivizar lo que está. De hacerlo sonreir, de hacer que le duela la panza de tanto reirse. De que muestre los dientes a la par que yo. Un sobrecito de azucar y ya todo cambia de color. El azucar engorda, lo lindo de mi alma también lo hace y ocupa el agujero negro. Un rato después es como si nunca hubiera estado. Me estoy riendo como loca, al lado del mar, comiendo unas galletitas y tomando chocolatada. Endulzada en todos los sentidos.

Cuando todo brilla, cuando el fuego está más naranja que nunca, cuando las flores se ponen de mil colores, cuando los ojos emanan algo diferente, cuando la arena en las zapatillas te hace cosquillas y cuando un bombo te resuena en los oídos a la par de unos gritos y una buena ducha; cuando pasa eso, cuando te pase, vení y contame que sos feliz. Como yo lo fui. Como yo lo soy. Porque sí, porque van a necesitar un menos más grande que Rusia para ponerme en negativo.