Ahora a VOLAR ALTO

Cuando me pongo a pensar un segundo, no soporto ésta ciudad y no entiendo cómo estuve trescientos cincuenta días acá. Pero en lo cotidiano, no me atormenta tanto, no estoy tan mal. Sin embargo, las decisiones familiares no me dejan elegir a mí si postergarlo o no. De todas maneras, es mejor. Nunca serví para tomar decisiones.
Así que estoy a pocas horas de soñar un poco. Aunque ya estoy soñando. Soy ilusa, soy de poner expectativas en las cosas, y aunque no sé por qué ésta vez no estoy tan contenta como siempre, voy a intentarlo. Sería traicionarme a mí misma no imaginar cómo todo se va dando perfectamente cuando ya esté en aquel-paradisíaco-lugar. No sería fiel conmigo misma si después no cayera y sufriera cuando me haya dado cuenta que pasaron días y días y no crecí tanto como planeaba crecer.
Planes. Esos planes que me arruinan la vida, esa necesidad que me atormenta cada segundo de pensar qué voy a hacer, cómo lo voy a hacer, qué actitud voy a tomar, de qué manera voy a tomarla, por qué, cuándo, para qué. Preguntas que un día en quinto grado me enseñaron que debían contestar todos los artículos periodísticos, y parece que me tomé tan a pecho ésto de que quiero ser periodista que lo implemento en mi vida diaria. Error.
Sin duda, planeando todo no voy a poder volar alto. Voy a volar bajito, como el pobre Juan Salvador Gaviota tenía que volar. Voy a ser una más limitada por su propia especie. Voy a caer en eso que algún día me prometí no caer.
(Es que el concepto de volar alto consiste en básicamente dejar todo ser, sin pensar las consecuencias ni el por qué de cada actuación. "Si surge por algo será". Allá voy, amigos, a intentar todo éso que debería surgir naturalmente. A intentar algo que ya sus propias reglas implican no intentar nada que no surja sólo. O sea, es un maldito circulo vicioso sin salida. Gracias)