Hace un tiempo que odio mirar fotos viejas. Claro que de esto me doy cuenta ahora; en serio, exactamente en el instante en el que escribo estas palabras.
Me veo a mí sola o abrazando, en varios países del mundo o en una calle de Belgrano, casi siempre sonriendo. ¿Por qué algo me duele? No es simple melancolía, no; la experimenté toda mi vida y la sé distinguir a la perfección. Es algo más.
No tuve que esforzarme mucho para descubrirlo porque solita me encontré, una mañana nublada de septiembre, hablándole a una foto. Más bien a la Nati de esa foto. Fue exactamente a una congelada cantando en Moscú, rodeada de celeste y blanco, en los hombros de un pibe. No les puedo contar lo que le dije. O lo que quisiera haberle dicho. Pero era como una pena por la ingenuidad de esa sonrisa, porque si hubiera sabido un montón de cosas que tenía el futuro guardadas, probablemente no estaría mostrando tanto los dientes. Me dieron ganas de avisarle, de decirle, no sé para qué, porque no cambiaría ninguna cosa. De hecho, me hubiera quitado disfrute saber lo que venía, y si hay un motivo que hace que no me arrepienta de nada, es lo bien que me sentí en mi puta ingenuidad. Me da ganas de ir a Moscú y abrazarme a mí misma, si tan solo supiera que... pero más difícil que volar a Rusia es viajar en el tiempo. A otra cosa.
La lástima por esa puta ingenuidad se me va cuando pienso que ahora también estoy siendo tiernamente ingenua de unas tantas otras cosas que están por venir. Y que la foto que subí ayer a Instagram, seguramente va a terminar charlando con mi yo del 2023, que va a sentir la misma compasión. No quisiera ser tan consciente de esto, aunque un poco creo que siempre lo fui. Por algo cuando cumplí 25 escribí sobre la Nostalgia Prematura.
Contaba sobre cuando estaba por soplar las velitas, que levanté la mirada de la torta y vi cantándome "que los cumplas feliz" a todas las caras que necesitaba para ser feliz. Todas. Nunca me sentí tan completa en mi vida. Estaba experimentando probablemente el momento más alegre de mi existencia. Pero no, al toque ya no, porque llegó la Nostalgia Prematura a decirme "esto no es para siempre". Entonces lloré, un poco de felicidad por lo afortunada que me sentía al estar rodeada de tanta gente amada, y otro poco de tristeza por lo desdichada que me hacía sentir saber que en algún momento iba a vivir con la noción de que supe tenerlo todo y que ya no. Nostalgia Permatura. Mirar al presente con ojos de pasado. El nuevo mal de la época.
Después, efectivamente pasa el tiempo, encontrás una foto de tu cumpleaños numero 25 o saltando en el mundial de Rusia, y esa nostalgia anticipada se transforma en nostalgia real. Melancolía concreta. Todo lo que sentías era así. Y a veces es mejor no tener razón. Pero no todo es tan grave: siempre está el real y hermoso recurso de sentirte una topadora que arrasa con todo y que le podés sacar hasta los huesos, pero nunca va a dejar de sonreir en las fotos. Y no de careta, de que a pesar de todo, siempre le encontrás la vuelta para ser feliz.