No parecés un pibe que le faltaron las cosas, pero igual me pregunto si de chiquito no tenías autitos o cocinitas. Como siempre, primero te salvo, como a todo el mundo. Te doy una chance más, quizás no sabés cómo manejarte, quizás algo te pasó, quizás estoy siendo egoísta. Te doy dos o tres, en realidad; y cada una es un grado más de malestar que voy a tener después cuando descubra que simplemente jugabas y que no te importé. Y ahí está el tema: no tenía que importarte yo por ser yo, porque no somos nada y no somos relevantes el uno para el otro. Tenía que importarte por ser Persona, porque abrimos una puertita y al menos yo a quien dejo entrar ya hasta por la tranquera del patio de adelante, por más superficial que sea, ya la registro y respeto. Vos evidentemente no. Sos de esas personas que sólo considera a sus cuatro amigos, los padres y la novia, si hay, y hasta ahí. "Mejor que me avivé a tiempo", me digo, pensando que por suerte no cruzaste la puerta de madera descubriendo además del jardín, mi living, mi cuarto, mi alma; pero igual me da bronca; porque ahora conocés mi jardincito de adelante y ni siquiera eso te merecés.
Y esto no es para vos, Lucas, ni para vos, Fede, ni para vos, Julián; que seguro alguna vez me lo hicieron. Esto es para todos los que llegan y se van como si todo fuera tan liviano para el resto como aparentemente es para ellos. Algunos pisamos fuerte o no pisamos. Y las pisadas ajenas nos atraviesan como si fueran firmes. Les pedimos que se vayan con sus pasitos suaves de ballet bien lejos y dejen de marcar gente al pedo y sin explicaciones, gracias.