Anoche soñé con tu cara. No pasaba nada más, sólo te miraba muy de cerca, como cuando recién nos despertábamos y nos quedábamos conectados por los ojos y por el corazón. No sé qué gesto hacía yo, supongo que era uno medio espejo del tuyo, que me sonreía a boca cerrada muerto de amor. Jamás sentí tanta ternura en mi vida. Quizás no lo pueda explicar bien, pero me generabas tanta dulzura que a tu cara le decía "carita", por más que ya tuvieras entradas y dos laburos.
Me acuerdo de los picos mañaneros que eran picos y no besos porque todavía no nos habíamos lavado los dientes. Me acuerdo también de los besitos en los ojos mientras dormías, ahora lo cuento y no lo entiendo, ¿besos en los ojos? y ¿besos cuando el otro duerme, cosa que nunca se va a enterar del gesto? Bueno, ahí todo eso tenía sentido.
También me acuerdo como ese "mirarnos muertos de amor" por un rato, cada vez empezó a suceder menos. Creo que al final solo era yo la que te miraba mientras dormías. Cuando estabas despierto y me prestabas atención, enseguida quería entretenerte, agasajarte, divertirte; que te valiera la pena ese ratito de verme para que te quedaras un ratito más o lo hicieras más seguido.
Mil noches después, como si no te hubiera observado lo suficiente, me toca soñarte en ese primer plano que solo a vos te quedaba bien (al menos para mí). Como el mal aliento de la mañana, porque en realidad los picos te los daba más por no joderte a vos que porque me molestara a mí. Creo que hasta hoy no era consciente de lo poco que me pasa ahora que ando en miles y de lo mucho que puede pasar cuando solo mirás a alguien sonriendo en un despertar cualquiera, sin hacer absolutamente nada.
Y de que la eternidad puede durar un ratito. Nadie me va a discutir la infinitud de esas mañanas, tu mirada y tu sonrisa.
Anoche soñé con tu cara, y no pasaba nada más; pasaba todo.