porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

8.12.15

Hasta la próxima vez mi viejo karma III

Sí, vos. 

Me gusta que hablemos sin decir nada. Que nos digamos cosas en realidad hablando otras, que sobreentendamos constantemente, que demos por hecho que el otro comprende lo que queremos decir detrás de algún comentario sin aparente tensión de besos. Me fascina que no haga falta ser explícita para comunicarte que me muero por chaparte, por que me toques, por sentirnos. Pero lo que más adoro es ese porcentaje de duda, de si estamos refiriéndonos a lo mismo, de que tal vez vos en serio sólo estés hablando de esa canción y en realidad nada tenga que ver conmigo; de que finalmente nuestras conversaciones sean mucho más básicas y líneales de lo que yo creo; de que quizás no haya metáforas ni símbolos sino comentarios llanos. Si no hubiera duda, sería también lineal. La gracia es esa inestabilidad. Entre sobreentendernos y no entendernos nada. Con esos comentarios que de repente me descolocan y me hacen sentir que hablábamos de dos cosas distintas.

Me divierto. No sé qué haría sin eso. Tal vez tendría el alma y la mente libres para alguien que tenga los sentimientos y los huevos como para decirme todo y dejar de jugar a dar las cosas por hecho. 

Vencés el 31 de diciembre de 2015. Hoy lo siento así. Te amo (!), pero vencés. Me encantás, pero vos nunca me vas a decir un carajo. Y perdoname, pero sin palabras no hay nada.