A cada paso, Martina imaginaba un posible arrepentimiento; en cada cosita que él metía en una bolsa, cuando ella pidió el auto, cuando el taxista tocó el timbre, cuando esperaban el ascensor, cuando bajaban, cuando salían por la puerta. Ya había pasado muchas veces, quizás ésta sólo se estaba haciendo esperar. Ella lo veía en su cabeza. Él le iba a decir que la amaba, que está bien, que lo intenten de vuelta. Que perdón. E iban a vaciar las bolsas, cancelar el taxi, tener un par de días raros y volver a la "normalidad". Pero no estaba pasando, y fue con la puerta del coche abierta y todas las cosas ya en el baúl del auto, que comprendió que no iba a pasar.
Ramiro, con los ojos más tristes del mundo, la agarró despacio del cuello y se acercó para darle un beso en la boca. Martina se aproximó también, hasta casi tocarse los labios, pero al final retrocedió. Llena de mocos y de lágrimas, lo único que pudo decir fue: "cada beso más que me das es un beso más que me va a doler después". Pocas cosas tenía claras, pero de eso estaba segura. ¿De qué le servía ese beso cargado de tristeza, de chau, de mucho "nunca más"? No iba a disfrutarlo sabiendo que era el último. Y era una cuchillada más en el corazón a curar después. Un recuerdo más de la sensación de esa boca con la suya que iba a tener que olvidar, sumado a los otros mil millones.
No se lo dio. Miento si digo que ya había entendido que esta vez no era como las anteriores. Esperó el mensaje arriba del taxi, lo esperó cuando llegó a su casa, lo esperó toda esa semana, ese invierno, ese año. Algunos cuentan que todavía lo espera. También dicen que ese día, cuando Ramiro le juntaba las cosas, entre las cremas, los pijamas y los botines, le devolvió su corazón. Claro, ella se lo había entregado, hacía mucho, casi sin querer. Se rumorea que estaba todo roto, despedazado; casi en migas, y que ya era mucho más un gris que un rojo.
Algunos hasta se atreven a decir que Martina nunca lo sacó de la bolsa,
y que al día de hoy
no sabe dónde está.
El estante de las bolsas de bolsas siempre es un incordio.