Se acostó. Se tenía que levantar
temprano al otro día, tenía que ir a cursar y después al trabajo. Capaz más
tarde le quedara tiempo para ir a visitar a sus abuelos, los únicos que le
quedaban vivos: hacía semanas que les prometía (y se lo prometía a él mismo)
que iba a ir a verlos, pero nunca encontraba el rato. También tenía que
estudiar, se estaba atrasando mucho, seguramente no iba a llegar bien para el
parcial, qué garrón. Venía dividiendo las páginas de todo lo que rendiría una
semana después para que no se le acumule, pero no empezaba nunca, porque
encontraba excelentes excusas para arrancar al día siguiente.
Tenía ganas de ir a bailar, era
jueves, re podría haber salido hasta las siete de la mañana e ir a la facultad fisura, o no ir, total los viernes tenía
un teórico poco importante, que no tomaban lista. Pero no, pensó. Si salía iba
a perder todo el día y no iba a poder por fin estudiar para el parcial de
Economía I, ese para el cual venía prometiendo estudiar desde hace mucho. Y
tampoco iba a poder ver a los abuelos, si salía, entonces no, no salió, se
quedó acostado, pero todavía no podía dormirse.
A todo esto, Camila. Qué ganas de
verla tenía. No, no tenía ganas; tenía ganas de tener ganas. Porque ella lo
amaba, y a él lamentablemente no le estaba pasando lo mismo. Desde hacía meses
que pensaba en cortarle, pero no podía. Por un lado, le daba mucha pena. Hacía
cuatro años y medio que estaban juntos, además ella era bastante más chica: era
demasiada responsabilidad. Por otro lado, no estaba seguro, quizás en un tiempo
le renacía el amor, y no valía la pena terminar por una confusión.
Pero Nicole
le revoloteaba en el cerebro, su amiga de la facultad, que no le tiraba ni un
poco de onda, pero a él le fascinaba, y más le gustaba que ella tuviera novio,
y que él también, y que fueran primos segundos antes que amigos, aunque se habían
conocido recién en la UCA.
Él nunca le dio a entender nada, porque era solo calentura, pero las ganas le
pinchaban la tranquilidad casi todas las noches, y esa no era una excepción.
Tenía que
ir a hacerse unos análisis en la semana siguiente, eso también pensaba mientras
intentaba dormirse. Le venía doliendo mucho el pecho, quizás tendría que dejar
de fumar, consideraba también. Un atado por día religiosamente desde los 17
años seguramente tendría sus efectos. Pero no, no podía estar pasándole a él,
seguro que no, pero por las dudas iba a ir al doctor.
Dio unas
vueltas en la cama, los distintos temas que lo preocupaban saltaban como ovejas
que lo despertaban a cada segundo más. Contó uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis. Contaba ovejas, pero saltaban problemas. Al final se durmió.
Y al otro día se murió.
Y bueno... de algo hay que morirse.
ResponderBorrarAhora toca saber de qué se murió éste tipo.
Saludos
J.
Natalia, es increíble lo que escribis.
ResponderBorrarme encantan tus deslizes, sos una genia flaca!
ResponderBorrarSe me llenaron los ojos de lágrimas, que grande.
ResponderBorrarNo nena, me mataste a mi con este texto. Que increible, que real lo que transmitis!
ResponderBorrarMe encanta! Me senti muy identificada. Increible tu blog
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