Laura le escribe un mensaje a Federico, que la dejó hace dos semanas. Está borracha, sino no lo haría, o tal vez sí pero con alguna excusa, y no un simple "te quiero ver". Él no le responde, ni al día siguiente, ni al otro. Laura llora y se arrepiente. Un año después, le escribe exactamente el mismo mensaje. Pero sin culpa, ni alcohol, ni reales ganas de verlo; sólo con aburrimiento, sólo por tirar un tiro; sin miedo a la respuesta ni tampoco a la no respuesta; porque ya está más allá y se olvidó y no le importa.
A las pocas semanas, un lunes cualquiera, abre su placard y se pone la remera de su ex. Primero, en realidad, ni se da cuenta de que es de Federico. Es la primera que está en la fila y no quiere hacer la de siempre, de sacar algo de abajo y desordenar todo (porque no existe la opción de hacerlo de manera prolija). Pero a los dos minutos se da cuenta, y sonríe mientras exhala aire por la nariz. También mueve un poco la cabeza haciendo el gesto de "no", y sigue con lo suyo: cocinar. Bah, "cocinar". Poner el agua para prepararse unas salchichas. Recién a los nueve minutos, con el agua hirviendo, entiende por qué esa expresión, por qué esa risa mezcla de nostalgia, amor y superación. Porque recuerda cuando usaba esa remera como aquello único que le quedaba de él, como algo a lo que aferrarse; se ve a ella cómo literalmente se daba un abrazo a sí misma porque tenía esa remera, y esa remera era él. Y la usaba desde el amor más absoluto y enfermo, más intenso y angustiante. Y ahora la vestía sin querer.
Se sirve las salchichas, no hay pan para hacer panchos, entonces nomás las come con mayonesa. Le parece una cena re simple pero cumplidora, además las salchichas le encantan, y mejor comer rápido así se va a dormir que mañana le espera otro día largo de hacer muchas cosas. Pero entonces recuerda que el año anterior, esa misma comida hubiera sido fruto de semanas de angustia y de "tener que comer algo". De cuando no tenía hambre de tanto llorar y la mamá la obligaba, entonces solucionaba con lo más fácil. Se ríe otra vez. Se ríe porque entiende que la locura y la paz se manifiestan exactamente igual. Que el enfermo de amor y el que ya soltó se comportan del mismo modo. Un alma en pena y un ser feliz con el mismo disfraz, pero con sentimientos opuestos.
Una hermosa confusión para el que está del otro lado. Y bue. Ahora te toca a vos.