Para anotar una prueba o una tarea, en estos días, ya no empiezo desde el principio de la agenda a buscar el día. Ahora empiezo desde atrás. Y cada vez avanzo menos, cada vez el hoy aparece antes. Cada vez faltan menos páginas para terminar el 2010, para llegar a la gloria que es el verano y todo con lo que viene.
Siempre hago de estos balances en algún momento. Es algo que me surge, que me pongo a pensar siempre y me sorprende una vez cada 365 días. Me siento a darme cuenta del paso del tiempo, de lo rápido que los días pueden llegar a pasar, de las pocas cosas que hice en tanto tiempo, de los proyectos que tenía y de los que cumplí, de que logré pasar las peores épocas en las que mas vacía me siento, de que no crecí mucho, de que en realidad todavía no sé bien lo que es crecer, de que me divertí mucho pero no me di cuenta, de que un día me voy a despertar y voy a tener treinta y dos años, y al siguiente sesenta y nueve, y al otro ochenta y tres, y para el próximo voy a despertarme -o no- en el jonca.
Algo parecido a lo de HM, exacto. A todos nos pasa un poco así. Vivimos, recordamos, sabemos qué hicimos a la mañana, y qué hicimos ayer, y qué arruguita nueva nos salió. Nos damos cuenta de que se nos oscureció el pelo y de que tenemos las uñas más débiles, de que nos agitamos más para correr, de que el placer de dormir cada vez es mayor, de que ya no crecemos de alto pero sí de ancho, y de muchas cosas más. Pero no nos damos cuenta de que nada es porque sí, de que no es casualidad; no nos damos cuenta del lento proceso, solo pequeñas cositas a las que hacemos oídos sordos porque no nos gustan.
Y el tiempo pasa, y, en realidad, toda la vida estuvimos esperando a que pasara, a que sea el fin de semana, a que sea el verano, a tener dieciocho, a recibirnos, a enamorarnos, a casarnos, a tener hijos, a, a, a... Sí, somos muy contradictorios y contra eso, no podemos. Todo el tiempo estamos esperando a lo que va a venir, pero a la vez le tenemos mucho, mucho miedo al tiempo.
Puedo decir, entonces, que el tiempo me enseñó que la razón por la que le tenemos tanto miedo es porque no podemos controlarlo y no vamos a poder. Aunque me tienta la idea de irme para el '80 y mandarle un beso a Roca, a Juárez Celman y al piloto de tormentas, que me entretuvieron varias tardes y todavía me van a entretener un par más.
Sí, tiempo, te tengo mucho miedo, pero también te quiero. Te quiero porque en en vos donde estoy todo el tiempo, donde todo transcurre; con vos suceden las mejores (y las peores) cosas, y gracias a vos es que podemos experimentar situaciones tan diferentes, y vivir un abanico de cosas a lo largo de nuestra vida. Sí, te tengo miedo pero me gustás. Me gustás porque me gusta cambiar y vos me llevás a eso. En realidad, solo dos segundos de vos me llevan a eso.